La felicidad es una voz silbante que nace y muere con el viento, una idea que se disuelve en el aire como el vapor de un café caliente. Cada uno la imagina a su manera, la moldea con las manos de su experiencia y la pinta con los colores de sus sueños. Pero, curiosamente, en esa búsqueda de significados y apetencias, todos terminamos tropezando. Es como si la felicidad, en su naturaleza esquiva, decidiera jugar a las escondidas, dejándonos con la sensación de que jamás lograremos encontrarla definitivamente.
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