El amor de pareja es una constante construcción que se yergue sobre los escombros de lo vivido. Cada relación se presenta como un paisaje único, tallado en la piedra de recuerdos que, ya sean dulces o amargos, se convierten en la esencia de nuestra existencia. En ese delicado entramado de palabras no dichas y gestos olvidados, de frases que resuenan y ademanes imborrables, lo que fue y lo que pudo ser se transforma en un eco lejano, un bisbiseo persistente de posibilidades. Cada amor es único, una sucesión de instantes irrepetibles que se nutre de las frustraciones del pasado y de los anhelos que nos guían hacia el futuro. Elegir al otro se convierte en un acto heroico, un intento de llenar esos huecos que nos definen. Porque, como dice Lacan, "el amor es dar lo que no se tiene a alguien que no lo es". En esa transformación constante reside su esencia, en la capacidad de reinventarse en cada diálogo y en cada mirada. Así, el amor no es un destino trazado, sino un viaje, donde el pasado nos habla al oído y el futuro nos seduce, recordándonos que cada verdadero amor nace con el deseo de ser el último, siempre a un paso de ser redescubierto, constantemente fluctuando entre lo que fue y lo que deseamos construir.
martes, 19 de noviembre de 2024
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