La distancia entre dos que se aman es un abismo que se abre en el silencio. Sin embargo, en ese vacío laten corazones que insisten en recordarse. A pesar de la fragilidad de la vida, se aferran a la idea de que el amor puede ser una forma de resistencia contra la indiferencia del universo. La realidad se asemeja a un laberinto sin salida, y aquellos afortunados que cruzan caminos con la persona indicada deben rendir homenaje a ese encuentro mágico. Ese momento único de conexión tiene el poder de disipar la soledad. No obstante, esa unión también es una ilusión, un autoengaño que nos permite soportar la incertidumbre y la ambigüedad de nuestro ser. Quizás sea precisamente en ese estado de alucinación donde encontramos la fuerza para avanzar, buscando sentido en una vida que a menudo parece no tenerlo. En el entramado de esta distancia, cada mínimo contacto se convierte en un puente, recordándonos que, al final, el amor es la única respuesta a la pregunta que el universo nos plantea.
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