lunes, 20 de enero de 2025

MÁSCARAS I

     En el origen de la palabra "persona" late un secreto teatral. Proviene del latín "persōna", que en el teatro antiguo designaba la máscara que cubría el rostro del actor. Pero no era sólo una máscara: era un personaje, una identidad que se adoptaba para representar una historia. La palabra "persōna" tiene sus raíces en el etrusco "phersu" y, más remotamente, en el griego "prósōpon", que significa "rostro" o "apariencia". Con el tiempo, el término "persona" se desprendió de la máscara y pasó a designar al actor mismo, en su papel o personaje. Y así, la palabra "persona" adquirió un significado más profundo, refiriéndose no sólo a la máscara, sino a la identidad que se adopta, al rol que se interpreta. En nuestra vida cotidiana, todos somos actores que interpretamos diferentes papeles. Adoptamos máscaras y personajes, como el maestro, el amante, el amigo fiel, el profesional, el padre o la madre, el hijo o la hija, el líder o el seguidor. Pero, en la soledad, cuando el bullicio del mundo se apaga, ¿qué papel interpretamos? ¿Qué máscara nos queda? Detrás de cada personaje se ocultan emociones profundas, como capas de base y corrector que cubren las imperfecciones del rostro, pero que no pueden ocultar la verdad de nuestra identidad. Si nos atrevemos a soltar la ilusión de control y abrazar nuestra vulnerabilidad, podemos descubrir nuestra esencia compartida y reconocer que, más allá de los papeles que interpretamos, buscamos conexión y significado. Al final, anhelamos el refugio en la experiencia compartida y necesitamos a los demás para encontrar nuestro papel en el mundo.



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