sábado, 18 de enero de 2025

TEMOR INSONDABLE

     Para ciertas personas, el aislamiento se presenta como un acto de altruismo, especialmente cuando se ven forzadas a asistir a una fiesta a la que nunca fueron invitadas. A estos individuos, el exceso de papel picado les resulta asfixiante; por ello, prefieren mantenerse al margen del bullicioso alboroto, observando desde la distancia ese espectáculo risible, intentando descifrar lo que consideran eventos absurdos, rituales disparatados o comportamientos incomprensibles. Son conscientes de que podrían marcharse de ese lugar con un portazo, pero ya sea por falta de agallas, por respeto o por una curiosidad casi masoquista, eligen el retraimiento y la incomunicación. Estos desventurados se ven obligados a pensar más allá de lo que la prudencia sugiere, condenados a examinar y analizar cada hecho y cada conducta, por más simples e intrascendentes que resulten a los ojos de los despreocupados mortales. Masticando la realidad hasta hacerla perder todo vestigio de sabor, se encuentran atrapados en un laberinto de confusos sueños, confiados en que algún día lograrán descifrarlo, pero conscientes de que, de no hacerlo, jamás despertarán. Como se puede apreciar, esa búsqueda tenaz no es más que un insondable temor a lo desconocido, a lo inexplorado, que se convierte en un miedo profundo a la propia existencia. A pesar de sus precauciones, estos espectadores indolentes de la vida suelen estar condenados a no salir indemnes; el roce con el entorno, inevitable y cruel, les deja cicatrices imborrables en el alma, estigmas que los hacen inconfundibles. En cuanto a sus indagaciones, rara vez encuentran conclusiones.




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