Cuando la vida nos niega lo que más anhelamos, sentimos la necesidad de calmar nuestro corazón. Este es un viaje hacia lo más profundo de nosotros mismos, donde podemos encontrar cobijo a salvo del dolor. Retroceder no significa rendirse; es un acto de cuidado. Nos rodeamos de una protección que nos ayuda a evitar que las heridas del mundo nos afecten demasiado. Sin embargo, al cerrarnos, surge una pregunta: ¿no corremos el riesgo de perder lo que realmente nos hace sentir vivos? ¿Podríamos apagar la luz que nos impulsa a amar, a desear, a experimentar? Tal vez, en este proceso de resguardarnos, estemos buscando una forma de amor más auténtica, una conexión que surja no de lo externo, sino de nuestra propia esencia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
LÁZARO
El aire ya no corta: acaricia. Las piernas olvidan. La meta no es un final, sino el lugar donde todo reinicia. El cincel no fuerza el m...

-
La idolatría se introduce en la mente como una sombra suave, un inicio que empieza con una idea, con una convicción vestida de verdad a...
-
El aburrimiento es una rareza en estos tiempos de velocidad constante, donde todo parece moverse más rápido de lo que podemos asimilar....
-
Llegará un día en que abrirás los ojos y el futuro ya no será aquel paisaje generoso donde guardabas todos los comienzos. Seguirá ahí, ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario