Cuando la vida nos niega lo que más anhelamos, sentimos la necesidad de calmar nuestro corazón. Este es un viaje hacia lo más profundo de nosotros mismos, donde podemos encontrar cobijo a salvo del dolor. Retroceder no significa rendirse; es un acto de cuidado. Nos rodeamos de una protección que nos ayuda a evitar que las heridas del mundo nos afecten demasiado. Sin embargo, al cerrarnos, surge una pregunta: ¿no corremos el riesgo de perder lo que realmente nos hace sentir vivos? ¿Podríamos apagar la luz que nos impulsa a amar, a desear, a experimentar? Tal vez, en este proceso de resguardarnos, estemos buscando una forma de amor más auténtica, una conexión que surja no de lo externo, sino de nuestra propia esencia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
CINCUENTA Y EL HORIZONTE
Estoy a seis días de los cincuenta. No sé qué se supone que debe sentirse, pero aquí, bajo el sol, frente al mar, sólo pienso en la lín...

-
La idolatría se introduce en la mente como una sombra suave, un inicio que empieza con una idea, con una convicción vestida de verdad a...
-
Hubo un momento en la vida, difícil de determinar con exactitud, en el que todo se volvió evidente: este mundo ya no tiene remedio. ...
-
El aburrimiento es una rareza en estos tiempos de velocidad constante, donde todo parece moverse más rápido de lo que podemos asimilar....
No hay comentarios:
Publicar un comentario