Hay una sed que no se logra saciar, una llama que nunca se apaga. No es el deseo lo que nos consume, sino la idea de que siempre hay algo más allá, algo que no hemos alcanzado, algo que no hemos visto, algo que no hemos sido. Vivimos en la certeza de que mañana será distinto, que la próxima salida, la próxima copa, el próximo avión, el próximo encuentro, el próximo sueño nos llevará a un lugar donde las piezas del rompecabezas, por fin, encajan. Pero hoy sólo hay un vacío que no se llena, un horizonte que se aleja cada vez que damos un paso hacia él. No es la felicidad lo que perseguimos, sino la promesa de que existe. Y así, cada vez con menos tiempo, caminamos sin rumbo, con la mirada fija en un mañana que nunca llega, pero que nos mantiene vivos. Porque, al final, no queremos lo que tenemos, lo que podemos ver y tocar; queremos lo que nos falta, lo desconocido. Y en eso, nos perdemos. En esa inagotable búsqueda olvidamos que la esencia de la vida está en el viaje, no sólo en el destino.
lunes, 17 de febrero de 2025
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