El destino nunca se marcha con las manos vacías. Es paciente, como un jugador de naipes que conoce el final de la partida antes de repartir las cartas. No tiene prisa, pero tampoco olvida. Se instala en los rincones de la vida, observando, esperando, hasta que llega el momento preciso en que extiende su mano y toma lo que siempre supo que era suyo. No es cruel, ni justo. Simplemente es. Y cuando se va, lo hace sin ruido, dejando tras de sí un rastro de cosas que ya no están, pero que, de alguna manera, siempre estuvieron destinadas a desaparecer. Así nos dice, sin palabras, que en esta partida sólo podemos elegir la mesa, pero nunca las cartas que nos tocan.
domingo, 16 de febrero de 2025
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
CINCUENTA Y EL HORIZONTE
Estoy a seis días de los cincuenta. No sé qué se supone que debe sentirse, pero aquí, bajo el sol, frente al mar, sólo pienso en la lín...

-
La idolatría se introduce en la mente como una sombra suave, un inicio que empieza con una idea, con una convicción vestida de verdad a...
-
Hubo un momento en la vida, difícil de determinar con exactitud, en el que todo se volvió evidente: este mundo ya no tiene remedio. ...
-
El aburrimiento es una rareza en estos tiempos de velocidad constante, donde todo parece moverse más rápido de lo que podemos asimilar....
No hay comentarios:
Publicar un comentario