Caminaba sin rumbo,
con el peso de sus actos a cuesta, pero sin buscar redención. Los árboles,
cicatrizados por el tiempo, permanecían inmóviles, dando vida sin pedir nada a
cambio. Bajo sus pies, el rocío humedecía la tierra, esperando al alba que, como
siempre, llegaría sin falta. No había necesidad de perdón, pensó. La vida, como
los árboles y el rocío, simplemente continuaba, indiferente a culpas o
remordimientos. El sol borraría las huellas de la noche, dejando sólo lo que
debía seguir existiendo.
martes, 19 de noviembre de 2024
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