La vejez no se define por el paso del tiempo, sino por una revelación interna. En este cuerpo que avanza hacia el ocaso, un alma persiste en su curiosidad, en su búsqueda insaciable, en esos deseos que aún resuenan con la fuerza de los años de juventud. Me suelo descubrir caminando en soledad por los pasillos de un departamento que no se siente propio, observando el mundo a través de los cristales, sintiéndome un extraño en una tierra desconocida, incapaz de conectar con lo que me rodea. Aun así, en mi interior, esa chispa que alguna vez imaginó el futuro sigue viva. La verdadera pérdida no es el envejecimiento, sino la distancia que se establece con ese mundo, tan elusivo, tan difícil de abrazar en su totalidad. El mundo permanece, indiferente a nuestros intentos de comprenderlo. Y es en esa separación, en la soledad de este departamento que ya no es un hogar, donde habita la melancolía, un anhelo sutil por lo que ya no puede ser.
miércoles, 15 de enero de 2025
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