Nadar es dar un abrazo íntimo a la esencia misma de la vida. Al sumergirnos en el agua, nos envuelve un silencio profundo que disuelve la conciencia como la espuma del mar en la orilla. En ese abismo líquido descubrimos nuestra capacidad para adaptarnos y transformarnos, como el agua que se desliza sobre las rocas y las modela. Cada brazada es un acto de resistencia y descubrimiento, un diálogo con el agua que nos enseña a fluir, a navegar a través de las corrientes cambiantes y a aceptar lo desconocido. En ese baño de agua y silencio aprendemos que la fuerza puede surgir de la vulnerabilidad, que cada desafío trae consigo una oportunidad para crecer y transformarnos. Y así, nadar se convierte en una celebración de la vida, un ritual que nos motiva a seguir adelante, a discurrir y a navegar a través de las aguas turbulentas de la existencia.
viernes, 17 de enero de 2025
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