Ya no exijo que el mundo arda a cada instante, que cada rostro esconda un secreto indescifrable o que cada palabra lleve consigo el peso de una promesa eterna. Ahora me conformo con lo que fluye sin esfuerzo: una mano que se posa en el hombro, un café compartido en silencio, una sonrisa que no necesita explicación. Y, sin embargo, en esos gestos mínimos, encuentro algo que antes me pasaba desapercibido: una especie de magia discreta, como si el mundo, sin pretenderlo, me ofreciese pequeños destellos de algo que no merezco, pero que acepto con gratitud. Lo que antes buscaba con furia, ahora lo encuentro en lo que no se dice, en lo que simplemente es. Y eso, aunque parezca poco, es más que suficiente.
lunes, 24 de febrero de 2025
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
CINCUENTA Y EL HORIZONTE
Estoy a seis días de los cincuenta. No sé qué se supone que debe sentirse, pero aquí, bajo el sol, frente al mar, sólo pienso en la lín...

-
La idolatría se introduce en la mente como una sombra suave, un inicio que empieza con una idea, con una convicción vestida de verdad a...
-
Hubo un momento en la vida, difícil de determinar con exactitud, en el que todo se volvió evidente: este mundo ya no tiene remedio. ...
-
El aburrimiento es una rareza en estos tiempos de velocidad constante, donde todo parece moverse más rápido de lo que podemos asimilar....
No hay comentarios:
Publicar un comentario