La ira, cuando persiste, se convierte en una carga pesada, un lastre que nos impide avanzar. El perdón no significa olvidar -eso sería evadir-, sino que es una decisión consciente de soltar. No se trata de justificar lo injustificable, sino de liberarnos del peso que nos ata al pasado. Perdonar es un acto de valentía: elegir no permitir que el rencor defina quiénes somos. Al soltar la ira, no nos reconciliamos con quien nos lastimó, sino que nos regalamos libertad. Es un paso hacia un presente más liviano, donde la luz entra con mayor facilidad.
lunes, 17 de marzo de 2025
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