Hay gestos que se repiten, esquinas que huelen igual, tardes que saben a mentira. Hay trenes que siempre llegan tarde, canciones que nadie recuerda, libros con páginas arrancadas. Hay puertas que chirrían de similar forma, faroles que parpadean en la misma secuencia, tazas con grietas invisibles. Hay silencios que pesan más que un grito, miradas que atraviesan sin tocar, heridas que no cicatrizan pero tampoco sangran. Se clavan. No se borran. No se las lleva el viento, ni el tiempo, ni el olvido. Se quedan ahí, en un rincón de la piel, en un pliegue del alma, en ese lugar incómodo donde duele respirar. Y aparecen cuando menos lo esperas: en el reflejo de un cristal, en el primer sorbo del café, en la voz de un desconocido que tararea una melodía casi olvidada. No son recuerdos. Son astillas...
lunes, 7 de abril de 2025
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