Coreografía de supervivencia: ballet de músculos bajo pieles pacientemente maquilladas. Pulir una careta hasta volverla segunda naturaleza: óxido convertido en esmalte. Aplausos. Geometría de lo no dicho: ecuación donde el gesto es fórmula y el ademán, algoritmo. Escoger las palabras antes de liberarlas, priorizando el silencio. Forjar cadenas con el hierro de las vísceras: así se domestica el ímpetu. La mente: fábrica de relojería, engranajes sin chirridos, manecillas marcando horas ficticias. Arte del artificiero que desactiva bombas con manos de seda. ¿Qué queda del fuego original? Cenizas o diamantes fríos para joyería. Respirar bajo el agua de las miradas: pulmones adaptados, corazón en sordina. Aplausos. No es la mentira lo que salva, sino la elegancia de tejer redes. Y siempre, ese vértigo: ¿cuánto pesa la máscara fundida a la piel? Sólo los expertos trapecistas lo saben, balanceándose entre el abismo y los aplausos, bajo la atenta mirada de los payasos.
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