La música nace en el abismo entre lo imaginado y lo posible. Es un duelo. Primero, éxtasis: el artista como dios de mundos sonoros. Luego, desilusión: el muro entre el cerebro y el mundo. Al final, resistencia: soñar aunque nadie escuche. La habitación no es una prisión. Es el útero de lo sagrado. Donde lo efímero -un solo de guitarra soñado- se vuelve eterno por su pureza. Cultivar lo imposible. Ese es el oficio. Regar con esmero, aunque nada brote. Y llamarle belleza. El amplificador sigue apagado. Pero el aire guarda el eco de lo que pudo ser. Eso basta. Eso duele. Eso salva.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
LÁZARO
El aire ya no corta: acaricia. Las piernas olvidan. La meta no es un final, sino el lugar donde todo reinicia. El cincel no fuerza el m...

-
La idolatría se introduce en la mente como una sombra suave, un inicio que empieza con una idea, con una convicción vestida de verdad a...
-
El aburrimiento es una rareza en estos tiempos de velocidad constante, donde todo parece moverse más rápido de lo que podemos asimilar....
-
Llegará un día en que abrirás los ojos y el futuro ya no será aquel paisaje generoso donde guardabas todos los comienzos. Seguirá ahí, ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario