sábado, 14 de junio de 2025

LA FÍSICA IMPERFECTA DE LA HERENCIA

     Tomás su mano. Por un instante, creés contener el universo en ese pliegue de piel contra piel. Luego viene la sonrisa. Esa exacta deformación del rostro -como si alguien hubiera doblado el mismo papel dos veces- donde reconocés tu vieja manera de fingir alegría cuando el mundo te dolía. Ahí lo ves claro: no estás pasando una antorcha, sino devolviendo al mundo una versión corregida de todos tus errores. Tu oficio empieza a ser el de navegar por él las estrellas. Tres ecuaciones imposibles: Le mostrás el abecedario para que pueda describir tus defectos con elegancia. Le enseñás a atar los cordones para que pueda desatarse cuando sea necesario. Le das un corazón sólo para que aprenda a romperlo. El final es siempre el mismo: un día te señala un lugar en el mapa que no sabías que existía. Y en ese instante entendés que toda paternidad es sólo un hermoso malentendido.








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