Se pagará por escuchar. Como se paga por el oxígeno cuando ya no se puede respirar. Un silencio profesional, sin respuestas. Bocanadas de aire. Un hueco donde las palabras dejen de caer al vacío. Será el lujo más caro: dos ojos que no se apartan, una presencia que no busca la pantalla del teléfono. Escucha activa. El primer lujo que valdrá lo que siempre debió valer. Porque lo gratis nunca tuvo valor. Porque nadie aprecia el oxígeno hasta que empieza a faltar. Porque sólo custodiamos lo que tiene precio. Y cuando al fin comprendamos, será demasiado tarde: habremos inventado el oficio de escuchar justo cuando ya no quede nada digno de ser escuchado.
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