Existe una regla no escrita. El mundo cabe en cinco. No lo deciden los dioses ni el azar, sino ese círculo de almas que nos rodea. Primero llegan. Luego permanecen. Al final, son parte de nosotros. Sus voces llegan desde el filo de las cosas: esto sos, esto es lo que te pertenece. No necesitan palabras. Basta un gesto. Un hábito. La forma en que respirás entre frase y frase. Algunos los escogen. Otros creen que no. Pero siempre están ahí, los cinco: el que siembra preguntas, el que refleja tus miedos, el que sangra y te guía, el que te quita el aliento, el que, sin saberlo, te muestra el camino. Llega el día en que los ves claramente. Y comprendés el mapa que dibujaron. No es culpa de nadie. Es simplemente cómo funcionan los días. Entonces puede pasar lo inevitable: algunos se van. No por odio. No por dolor. Sólo porque su tiempo terminó. Y el mundo, que es sabio, gira levemente. Cinco nuevos. Cinco distintos. La misma vida. Otra luz.
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