Los imperfectos. Los que rozaron lo sublime sin quedarse. La luz los tocó una vez. Luego, sólo el hábito. No son los que el silencio rompió. Ni los que el amor salvó. Son los que pasan sin hacer ruido. Los que, al final, siguen ahí: como el cristal que se quiebra y nunca termina de romperse. Como las notas desafinadas que el viento arranca a un violín abandonado. Y, sin embargo, en su caída algo sigue brillando. Como la luz en el cristal que no termina de quebrarse. Como la última nota del violín: imperfectos.
lunes, 23 de junio de 2025
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