El espejo devolvía a un extraño. Afuera, las luces led vendían felicidad en cuotas. La habitación: un museo de objetos nuevos. Pantalla gigante, muda, comprada el martes. Ya sin razón. El teléfono vibraba. Felicitaciones automáticas por el cumpleaños. Los números pesaban más que los mensajes. Ahora sólo mandaban memes. Nadie preguntaba por el dolor en el pecho, por ese silbido al respirar. La amistad entraba en una pantalla. Brillosa. Vacía. Bajó al shopping. Comprar para existir, pensó. Un pibe con camisa ajustada le ofreció una crema milagrosa. "Rejuvenece. Te devuelve los años". Miró las manos del vendedor. Uñas comidas. Miedo disfrazado de sonrisa. En el bar, una pareja. Ella le sacaba foto a la espuma del capuchino. Él chequeaba likes. Ni se hablaban. Ni se tocaban. El aroma del café, amargo, se perdía entre tanta pose. Volvió. Prendió el televisor. Gritos de un reality. Risa enlatada. Lo apagó. El silencio pegó como trompada. En la estantería, la foto de casamiento. Ella, joven, mirándolo a él, no a una cámara. Él sosteniéndole la mano, no un celular. ¿Cuándo dejaron de sostener algo que valiera la pena? Cayó la noche. Encendió todas las luces. Compró por "Mercado Libre" un reloj que medía los latidos, las horas de sueño, la soledad... Lo pagó con un clic. Sintió un alivio agridulce. Como tragar caramelos de mierda. Se sentó. Afuera, los carteles seguían titilando. Promesas en rojo, azul, verde. Adentro, sólo el tic-tac de otro reloj. Sólo medía el tiempo marcando segundos al pedo. Respiró hondo. Agarró el celular. Borró todas las notificaciones. Apagó la pantalla. Quedó a oscuras. Sólo el resplandor de la ciudad entrando por la ventana. Alumbrando los paquetes sin abrir. Las cosas brillosas. El plástico perfecto. Cerró los ojos. Buscó adentro, bien adentro, el recuerdo del calor de una mano verdadera. Lo encontró. Chiquito. Lejano. Como una estrella apagada hace mil años. Cuando aclaró, se quedó mirando por la ventana. La ciudad despertaba. Corridas. Bocinas. Vidas compradas en cuotas. Sonrió, con esa tristeza que no engaña. Por primera vez en años, no deseó un carajo. Ni siquiera volver atrás. Sólo respiró. El aire era gris, pero especial. Era real.
sábado, 28 de junio de 2025
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