Hay algo en el peso que nos salva. Nos pega al piso, nos vuelve reales, nos hace sentir que existimos de verdad. Imaginate alguien que se entrega a su propio cuerpo, que no le huye al cansancio, que lo lleva como quien lleva lo suyo. No es derrota: es permanecer. Pero están los que le escapan. Se hacen livianos, se evaporan, se pierden en lo alto. Suben tanto que ya no hacen pie en ningún lado. ¿Y qué les queda? Una libertad vacía, un viaje sin destino. En el amor se entiende mejor. Hay quienes eligen el peso del otro, no para hundirse, sino para encontrar equilibrio. Lo sostienen como se sostiene un pacto, sin preguntas. No es debilidad, es certeza. Es quedarse con lo sólido en vez de lo que se desvanece. Así que la pregunta no es si vivir cargado o liviano, sino cómo doblarse sin partirse. La vida no está en esquivar el fardo, sino en llevarlo y seguir andando. Al final, sólo hay dos opciones: estar y ser, o dejar de existir.
lunes, 14 de julio de 2025
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