Llega un día en que sólo quema lo verdadero. Lo demás -el ruido, los disfraces, las viejas batallas- se desprende solo, como hojas secas. La palabra escrita es mentira. Uno deja de buscar espejos en los demás. Ya no importa quién aplaude o quién juzga. Lo que queda es puro, como el gesto de un niño que juega sin saber que lo están mirando. Una segunda piel. No es frialdad. Es un fuego que elige bien su combustible. Arde. Nada más.
martes, 1 de julio de 2025
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