El mundo no te promete nada. Abre y cierra sus puertas sin avisar. Vos seguís caminando, terco, como si el horizonte fuera algo seguro y no un espejismo. Yo no quería ser feliz. Sólo no dejar de ser quien era. Algo en mí sabía que tenía que encontrar la salida antes de quedarme sin tiempo. Cuando lo vi claro, ya era tarde. Dicen que la salvación está en agachar la cabeza, en portarse bien, en hacer lo que se espera de uno. Los otros quieren tu entrega: un hueco en tu pecho que llenarán con sus propios sueños. Pero la única salvación real es egoísta, huele a esfuerzo y sabe a verdad dura. Está en lo que no podés dejar de querer, aunque duela. ¿Qué tan tarde es ahora? No es cosa de pensar mucho. Es cosa de vivir. Lo demás son palabras que se las lleva el viento.
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