El feminismo es para todos. No es un territorio cercado, ni una bandera que ondea sólo en manos de mujeres. Es un viento que no entiende de fronteras, que sopla con fuerza y suavidad a la vez, llevando consigo semillas de cambio que pueden germinar en cualquier suelo. Es una idea que, cuando la miras de cerca, no habla de superioridad ni de venganza, sino de equilibrio. De reparar lo que nunca debió estar roto. Y en ese sentido, el feminismo no es sólo una lucha de mujeres, es una invitación a que todos, absolutamente todos, nos sumemos a construir un mundo donde nadie tenga que pedir permiso para ser libre. El feminismo es para todos, porque todos respiramos el mismo aire, caminamos las mismas calles y soñamos, de una u otra forma, con un futuro mejor. No es una guerra, es una conversación. Una que empezó hace siglos y que sigue viva, porque todavía hay muchas cosas que decir, que modificar, que sanar. Y en esa conversación hay lugar para todos. Para los que escuchan, para los que hablan, para los que dudan y hasta para los que se resisten. Porque el feminismo, al final, no es más que eso: la certeza de que nadie debería quedarse atrás. Y eso es algo que nos incluye a todos.
sábado, 8 de marzo de 2025
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