jueves, 31 de julio de 2025

NADIE SALVA

Amanece.

La luz no pregunta. No elige. No juzga. Cae sobre todo por igual: sobre las heridas, sobre lo intacto, sobre lo que ya no duele. Podrías jurar que esta vez será distinto. Que el aire fresco traerá algo nuevo. Pero el día avanza indiferente, repitiendo su viejo ritual. Las horas pasan. Nada se transforma.

Nadie salva.

Ni el sol, ni el silencio de las mañanas, ni ese instante perfecto en que todo parece posible. La belleza no redime. La claridad no perdona. Queda la piadosa caricia del alba en la piel, el sabor amargo de la espera, el frágil consuelo de ver cómo el mundo sigue, imperturbable, hermoso en su crudeza. Y nosotros acá. Sin ser elegidos. Sin ser salvados. Simplemente estando, mientras la luz lo inunda todo sin distinciones.

Amanece otra vez. 

Nadie salva.




miércoles, 30 de julio de 2025

FRÍO

     No cede. El frío de este julio que agoniza, tenaz, obstinado, como si el invierno hubiera perdido la cuenta de los días. Persiste, idéntico al de ayer, a la semana pasada, al mes que se arrastra. La ciudad, exhausta, se cierra como un pétalo nocturno. Las calles se alargan, los gestos se afilan. La gente avanza envuelta en sí misma, abrigos hasta las cejas, sin mirar. Hay una tristeza suspendida en el aire, densa. No es sólo el frío. Es otra cosa: algo que se ha colado entre nosotros, como un segundo que se niega a pasar. La gente cuenta pasos, espera lo que no existe. El frío está en los huesos, en las palabras no dichas, en la luz frágil de las casas. Pero el invierno no negocia. Avanza, ocupa, no pide permiso. Le da igual que la ciudad haya olvidado respirar. Le da igual que nosotros hayamos olvidado esperar. Hay cosas que parecen no terminar nunca. Hay un frío que ni siquiera sabe que se llama frío. Y sin embargo -milímetro a milímetro- nos acercamos al sol. Entonces, un día, sin aviso: la primera flor.




lunes, 28 de julio de 2025

DECLIVE

     Los solitarios conocemos el instante exacto en que la conversación gira y nos deja afuera. No es distancia. Es ese escalón que el pie busca y no encuentra -un vacío momentáneo que sólo duele si nos detenemos en él-. Las manos no son el mayor problema (para eso están los bolsillos). El problema es esa línea que trazamos alrededor y que, sin darnos cuenta, empieza a limitarnos. Primero fue refugio. Luego se volvió encierro. Por eso atesoramos como oro a esos pocos que nos conocen enteros. Los que no miden nuestros silencios. Aquellos que al callar no aceleran las agujas del reloj. Los que son como un banco bajo un árbol en una tarde de verano. No se trata de encontrar un lugar en el mundo. Se trata de encontrar esas miradas que no ponen precio a la existencia. Esas presencias que hacen del aire un lugar habitable y fresco. La vida enseña tres lecciones: Que el ruido nunca es música. Que hay que irse antes de volverse fantasma. Que quedarse sólo vale la pena donde aún se puede respirar.






domingo, 27 de julio de 2025

LAS VELAS Y EL VIENTO

     Hay días que uno se mira las manos y ahí están, entre los dedos, hilos casi invisibles. No aprietan. Pero están. Recuerdan un rumbo sin decir nada, como un peso que no molesta. Algunos les dicen compromisos. Otros, costumbres. Hay quienes también  hablan de amor, incluso al decir tiburones, y no se equivocan. Pero en el fondo son elecciones. Nudos más o menos imperceptibles que uno va haciendo, sabiendo que podría desatar, pero no quiere. Porque alguien sin nada que lo ate es como un barco a la deriva: se mueve, sí, pero no va a ningún lado. Y hay gente que es como el muelle del puerto: no te ata, pero te espera ahí, firme, para cuando necesitás amarrar. Nunca estamos libres; el que no tiene nada que lo ate, en realidad no está vivo. Las ataduras que valen la pena no son las que otros colocan, sino las que vos mismo agarrás y ajustás con dos manos, como quien le da vuelta a un cabo alrededor de la bita. Son las que pesan justo lo suficiente para que no te olvides quién sos. Al final, la ecuación es simple: la libertad no está en correr sin mirar atrás. Está en elegir qué hilo no vas a cortar nunca.




sábado, 26 de julio de 2025

DESPABILAR

     A veces, el hombre se despierta. No de un sueño, sino de algo más visceral. Como si una nota, dentro de él, empezara a vibrar. Se levanta y comprende que vive como en una casa prestada. Todo está en orden, nada le pertenece. Habla del trabajo, del amor, de las noches sin sueño. Enumera sus males con precisión de farmacéutico. No sabe que sólo hay uno: la ausencia. No la ausencia de algo. La ausencia de sí mismo. Camina entre personas, toca objetos, pronuncia frases. Pero hay un cristal. Delgado, impecable. Lo peor no es el dolor. Lo peor es no alcanzarlo. Lo peor es mirarse al espejo y no encontrar a nadie. Un día, sin anuncio, algo cede. No es dramático. Es un segundo cualquiera. Quizá el sonido de una llave al caer al suelo o el tacto del jabón al resbalársele entre los dedos. Entonces lo entiende. No se trata de llegar a algún sitio. Se trata de dejar de huir. La vida no era un laberinto. Era el paso entre sus muros. Y él, todo este tiempo, había sido el paso.




jueves, 24 de julio de 2025

LA ESTACIÓN DE ENERO

     Era uno de esos eneros que queman. El asfalto del andén brillaba y el aire temblaba sobre las vías. Él llegaba siempre a las tres, se sentaba en el mismo banco -el tercero desde el cartel de salida-, y encendía un cigarrillo que nunca terminaba. El séptimo día, apareció ella. Llevaba un vestido verde. No verde cualquiera, sino ese verde que sólo existe en los atardeceres sobre los campos de trigo, justo antes de la cosecha. Un verde que le hacía juego con los ojos. -Hace calor- dijo, sentándose a su lado sin pedir permiso. El humo de su cigarrillo dibujó un círculo perfecto en el aire quieto. Vinieron más tardes. A veces hablaban del último tren que había pasado casi una década atrás, o de cómo los relojes de la estación seguían marcando una hora que ya no existía. Otras veces, simplemente compartían el silencio y el sudor que les corría por la nuca. Una mañana de viento sur, el vestido verde no estaba. Sobre el banco quedaba un boleto de tren usado, con fecha del mismo día pero de diez años atrás. Él lo guardó en la solapa de su saco. Cuando el jefe de estación le preguntó por qué seguía yendo si ya no pasaban trenes, él miró las vías que se perdían en el horizonte. -Los trenes importantes nunca llegan cuando deben -dijo-. Sino cuando uno ha dejado de esperarlos.





miércoles, 23 de julio de 2025

ROSEBUD

     Hubo un hombre que lo tuvo todo. Lo digo sin metáforas: lo tuvo, como se posee un continente o un siglo. Palacios, títulos, miradas que se inclinaban antes de que él pronunciara una palabra. La fama fue para él un animal doméstico, algo que dormía a sus pies y despertaba sólo para lamerle la mano. Pero un día, cuando ya no quedaba nada por conquistar, murmuró un nombre al oído de la muerte: Rosebud. Era un trineo. Un pedazo de madera pintada, desgastado por las tardes de nieve de un niño que ya no existía. Nada más. ¿Qué nos dice esto? Que la gloria es un espejismo. Un teatro donde los aplausos nunca calientan las manos. El hombre -llamémosle Kane, aunque podría ser cualquiera- construyó imperios para descubrir, al final, que lo único que anhelaba era el peso de una infancia perdida. El roce de la madera bajo los dedos. La risa de alguien que lo esperaba para jugar, antes de que el mundo le enseñara a desconfiar. Los que estuvieron a su lado -el amigo que le guardó un secreto, la mujer que lo miró sin ver su fortuna- fueron los únicos que no le pidieron nada. Quizás por eso, cuando las luces se apagaron y el escenario quedó vacío, sus rostros fueron lo único que no se desvaneció. La fama es un juego donde el premio es una copa vacía. Kane lo entendió demasiado tarde: lo que importa no es lo que iluminan los focos, sino lo que persiste cuando se apagan.





LA LUZ QUE ESPERA

     Hay veces que la vida te regala una señal. Una pequeña luz allá lejos, apenas un punto brillante en el horizonte. No es llamativa, no hace ruido. Pero cuando la ves, algo en vos reconoce que vale la pena seguirla. Como cuando de chico veías un bicho de luz en el jardín y sin pensarlo empezabas a ir tras el, sin preguntarte por qué, sólo porque brillaba. El tiempo sabe lo que hace. Nos apuramos, nos desesperamos, pero las cosas importantes tienen su momento exacto. Como las semillas enterradas, que nadie ve, pero que algún día rompen la tierra, justo cuando deben hacerlo. La gente pasa a tu lado. Algunos te rozan el hombro al irse. Otros se quedan un rato largo. Todos te enseñan, sin querer, que estamos hechos de encuentros. Que nadie llega a ninguna parte completamente solo. Y cuando al fin alcanzás esa luz -o cuando entendés que no importa alcanzarla- descubrís que lo más valioso no estaba al final del camino. Estaba en vos todo el tiempo: en cómo cada paso te iba cambiando, en cómo aprendiste a mirar mejor, en cómo el simple acto de buscar te convirtió en otro. La verdadera luz no era la que brillaba allá lejos. Era la que llevabas adentro sin saberlo. La que crecía en silencio mientras esperabas.





lunes, 21 de julio de 2025

ASESINOS

     Un hombre escribe un blog llamado Espejos. No para mirarse. Para borrarse. Roland Barthes lo dijo: el autor es apenas un fantasma. Las palabras, una vez escritas, ya no le pertenecen. Se las lleva el que las lee. Espejos lo sabe. Por eso escribe oblicuo, como cifrando algo. No sólo por torpeza, sino por método: busca desaparecer. Escribe como quien afila un cuchillo y luego lo deja sobre la mesa. Lo dicho importa menos que el filo que otro descubra. Un día, alguien lee sus líneas y encuentra tristeza donde no la había. Otro, rabia. Un tercero sonríe sin razón. El hombre ya no existe. Lo asesinaron sin proponérselo. Barthes hablaba de signos que nunca se quedan quietos. Espejos juega a eso: no escribe para comunicar, sino para sucumbir. Cada lectura lo deshace un poco. Al final, sólo quedan las palabras. Y unos cuantos, dispersos, que les dan vida propia. El asesino perfecto no deja rastros. Sólo interpretaciones.





domingo, 20 de julio de 2025

DOMINGO

     Se sabe que se termina cuando los ruidos de la calle ya no gritan, hablan bajito. Las cosas quedan ahí, a medias: la computadora encendida, el vino en la copa que ya no refresca, la campera tirada en el sillón. No hay necesidad de moverse ni de probar nada a nadie. Uno piensa en el lunes, claro, pero sin darle nombre. Como cuando se mira el reloj pero no se quieren ver las horas. Ese momento ambiguo del domingo donde la tarde se confunde con la noche es eso: un hombre que se queda parado en el andén, mirando el tren que ya se fue. No hay tristeza. O sí, pero es una tristeza chiquita, de esas que entran en el bolsillo del pantalón y no pesan. Algo se fue, algo viene. La vida, nomás. Después llega la noche, callada. Después el sueño, que es un tipo que nunca discute. Ya en la quietud, regresan los disfraces: la corbata invisible, la pila de mensajes. Y cuando abrís los ojos: Lunes.




AMISTAD

     Hay cosas que no se discuten. Las sabés en el acto, como un golpe al pecho. No hay que explicarlas. Son. La amistad verdadera es así. No es un contrato. No es un trueque. No es cuestión de escuchar versiones, ni de comparar relatos. En la amistad, hay una sola campana. La del amigo. Y la reconocés al primer toque, como cuando alguien dice tu nombre y no hace falta darte vuelta. Lo reconocés. Como al olor de tu barrio. No importa la verdad. No importa lo justo. Ni siquiera la razón. Importa ese que te defiende el pasado, espalda con espalda. Ese que, sin avisar, se sentó a tu lado en la vida y no se movió más. No hay mérito. No hay gesto heroico. Sólo terquedad. Y cuando llega el momento -porque siempre llega- en que tenés que elegir, no lo dudás. No hay que pensar. Te inclinás hacia él, como el árbol que creció torcido pero firme. Lo demás es humo. La amistad verdadera no se elige. Se obedece. Se queda.




viernes, 18 de julio de 2025

DE LOS AFORTUNADOS

     Encontré una foto en la que aparecía un niño. Lo reconocía por los ojos, por la curva de la sonrisa, pero no podía decir que fuese yo. Ese niño vivía en un mundo sin fisuras. Tan bello como simple. Creía en las promesas y no sabía que el tiempo podía cometer delitos. Yo, en cambio, lo sé. A veces pienso que todos llevamos dentro a extraños. Gente que fuimos y que ya no somos. Voces que hablaron con nuestra voz y cuyas palabras hoy nos resultan ajenas. Oscar Wilde tenía razón: si alguien me conociera por lo que fui hace unos años, ya no me conocería. Y sin embargo, aquel niño sigue aquí, como un hueso olvidado bajo la piel. Intenté hablarle. Le dije algo sencillo, una frase cualquiera. No respondió. No podía. Él era feliz sin saberlo, y yo ya no sé cómo serlo sin pensarlo. Así que devolví la foto a su caja y dejé que el pasado siguiera muerto. Porque la melancolía no es más que el respeto que le debemos a los fantasmas.






MESA VACÍA

     La gente ya no se mira. No del todo. Dan. Dan lo que les sobra. Lo que no duele. Rápido, como quien tira un cigarrillo al mar. Pan duro. Monedas frías. Sonrisas de manual. Pero hay otra hambre. Silenciosa. La del que parte su pan en trozos y se olvida del banquete propio. Al final, estamos desnudos. Todos. Nadie lo nota. Ciegos de tanto no mirar. Lo peor no es el engaño. Es no saber que te engañás.




miércoles, 16 de julio de 2025

DIÁLOGO ROTO

     Ya nadie escucha. Hablamos como quien revuelve un café frío, convencidos de que el gesto basta. Mientras el otro habla, tachamos sus frases, esperando la más mínima pausa para meter la nuestra. El silencio -ese cómplice de la comunicación- ahora es un bicho raro. Lo tapamos con apuros, con palabras fuertes que no son más que miedo disfrazado al vacío. Pero las palabras no necesitan fuerza. Necesitan verdad. En estos tiempos, hablar es costumbre. Escuchar, milagro.




lunes, 14 de julio de 2025

LA CAÍDA

     No se camina hacia el amor. No hay pasos que lo alcancen. Es un precipicio invisible. Uno avanza, distraído, y de pronto el suelo ya no está. No hay aviso. No hay ruido. Sólo la certeza de que ya es tarde. Ya ocurrió. Quienes dominan el idioma inglés lo saben. Por eso dicen "fall in love". Caer. Reconocen, en esa palabra de cuatro letras, la verdad irremediable: enamorarse es perder el control. Es rendirse a la gravedad de otro. Y así, sin red, uno descubre que lo importante no es el impacto -duro, dulce, brutal- sino el instante previo. Ese segundo eterno en el que, suspendido en el vacío, se entiende que ya no hay vuelta atrás. Luego, sólo queda seguir cayendo.




EL PESO JUSTO

     Hay algo en el peso que nos salva. Nos pega al piso, nos vuelve reales, nos hace sentir que existimos de verdad. Imaginate alguien que se entrega a su propio cuerpo, que no le huye al cansancio, que lo lleva como quien lleva lo suyo. No es derrota: es permanecer. Pero están los que le escapan. Se hacen livianos, se evaporan, se pierden en lo alto. Suben tanto que ya no hacen pie en ningún lado. ¿Y qué les queda? Una libertad vacía, un viaje sin destino. En el amor se entiende mejor. Hay quienes eligen el peso del otro, no para hundirse, sino para encontrar equilibrio. Lo sostienen como se sostiene un pacto, sin preguntas. No es debilidad, es certeza. Es quedarse con lo sólido en vez de lo que se desvanece. Así que la pregunta no es si vivir cargado o liviano, sino cómo doblarse sin partirse. La vida no está en esquivar el fardo, sino en llevarlo y seguir andando. Al final, sólo hay dos opciones: estar y ser, o dejar de existir.




domingo, 13 de julio de 2025

OLAS

     Hay una belleza rara en no tener todo bajo control. En dejarse llevar, como esas tardes que se estiran sin aviso y te regalan horas de luz de más. La gente vive obsesionada con lo que viene: agendas llenas, calendarios marcados, checklists en los bolsillos, planificaciones, metas, estrategias. Pero la vida casi nunca sigue el guión. Lo único que tenés, en serio, es este momento. El que estás viviendo ahora. No hay app para eso, ni atajo. Sólo vos, la ola que tenés adelante, y la decisión de subirte o dejarla pasar. Y si te caés -porque te vas a caer-, el mar no guarda rencor. Siempre hay otra chance. Otra ola. Así que olvidate del plan perfecto. El mar no se domina. Se vive. Fin.





jueves, 10 de julio de 2025

VERDAD DESNUDA

     Un lugar sin palabras. Sin miradas. Allí habitan mis heridas. Mis silencios. El universo gira. Y yo, partido en dos, avanzo. Bajo la piel: noches acumuladas. Golpes que el espacio perdió en el olvido. Victorias tan leves que ni la luz las rozó. Fragilidad disfrazada de firmeza. Fuerza de flor nocturna. El mundo sigue. Las galaxias trazan su ruta, indiferentes. No preguntes. No hables. Sólo yo sé el peso exacto de este vacío. Sólo yo guardo lo que el tiempo deshizo. Al final, cuando las estrellas se apaguen, quedará esta verdad desnuda: Aquí estuve. Esto fui. Incluso ante ojos que convirtieron el polvo en constelaciones. Un suspiro en la eternidad. Nada más.








miércoles, 9 de julio de 2025

CONSTRUCCIÓN II

     El amor se construye. Sobre terrenos aparentemente yermos o sobre ruinas. Modelado por indelebles recuerdos o por olvidos malsanos. Las palabras ya fueron dichas, los besos ya fueron dados y los gestos ya fueron vistos. Sin embargo, no son las mismas palabras, los mismos besos ni los anteriores gestos. Ensayar hasta la función principal, la definitiva. Jamás experimentamos dos veces el mismo amor. Se construye de la misma forma que se crea al ser amado. Desde las necesidades presentes, desde las frustraciones pasadas y los anhelos futuros. Perdura mientras no cese su construcción. Mientras tanto, cada amor está destinado a ser el último.




AGNÓSTICO

     No tengo fe. Otros besan el viento. Yo, lamentablemente, necesito el peso exacto de las cosas en las manos. Imagino una mesa: pan recién horneado, pescado asado y vino. Nadie alza la vista al cielo. Los que dudan no mendigan certezas. Se inclinan sobre lo concreto: el surco en la tierra, la herida que cicatriza, el niño que pregunta, la mancha de vino en el blanco del mantel más blanco. Esperan sin arquear las manos. Dios -si acaso existe- eligió el disfraz perfecto: lo cotidiano. Por eso la luz de la mañana es tan precisa. Por eso duele tanto. El único milagro verdadero es no necesitar milagros.




martes, 8 de julio de 2025

MANUAL PARA NO CAERSE

     El mundo no te promete nada. Abre y cierra sus puertas sin avisar. Vos seguís caminando, terco, como si el horizonte fuera algo seguro y no un espejismo. Yo no quería ser feliz. Sólo no dejar de ser quien era. Algo en mí sabía que tenía que encontrar la salida antes de quedarme sin tiempo. Cuando lo vi claro, ya era tarde. Dicen que la salvación está en agachar la cabeza, en portarse bien, en hacer lo que se espera de uno. Los otros quieren tu entrega: un hueco en tu pecho que llenarán con sus propios sueños. Pero la única salvación real es egoísta, huele a esfuerzo y sabe a verdad dura. Está en lo que no podés dejar de querer, aunque duela. ¿Qué tan tarde es ahora? No es cosa de pensar mucho. Es cosa de vivir. Lo demás son palabras que se las lleva el viento.








lunes, 7 de julio de 2025

DESTELLOS

     Un relámpago. Nada más. ¿Es menos porque no permanece? Lo breve, si verdadero, es dos veces bueno. Las flores no discuten: florecen, brillan, se van. ¿Importa más durar o arder? ¿El amor es la excepción? Cortázar escribió que el verdadero amor se parece a un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Lo inesperado no se repite. Lo que hoy es un incendio, mañana apenas una brasa. Luego queda esto: la taza compartida, el hueco en la almohada, esa calma que algunos llaman felicidad. Los que temen al paso del tiempo se ingenian trucos. Cambian de piel como de estación. O guardan las formas y buscan llamaradas prestadas. Pero ni el engaño detiene el ocaso. El único amor que no se corrompe es el que se interrumpe a tiempo. La verdad es esta: ¿un café recién hecho es menos perfecto porque se enfríe? En este juego sólo pierden dos tipos de personas: las que nunca alcanzan lo que desean, y las que lo alcanzan. El resto observa el relámpago y comprende.





domingo, 6 de julio de 2025

EL ÚLTIMO SOLDADO

     Al principio fue sólo una palabra. Después, un trueno: La patria. Se la inventaron tipos con sed de otros tipos. No la tallaron en mármol ni la bordaron en seda -la tejieron con huesos-. Era una idea demasiado grande para un solo pecho, así que la repartieron: a vos el honor, a él el deber, al de allá la gloria. Todos mordieron el anzuelo. Nadie preguntó quién lo tiró. Hubo una época en que morir por ella tenía su épica. Los pibes se tiraban al abismo creyendo que su caída iba a dibujar un puente. Los viejos los empujaban, fumando y escondiendo los verdaderos intereses bajo el humo. Las madres guardaban el dolor en cajitas de música que sólo sonaban de noche. Y así funcionaba el circo: la máquina tragaba carne y escupía estatuas. Nadie veía el humo. Hoy los altares son otros, pero los sacrificios son los mismos. Ya no hay uniformes, sólo marcas, logos, gestos y trapos pintados. No hay fusiles, sólo contratos. Pero el verso sigue intacto: misma entrega, mismo ardor, misma mentira con otro envoltorio. Ahora no te morís en un campo de batalla, sino en un escritorio o en una plaza, a las tres de la mañana o a las cinco de la tarde, con el corazón, los huesos o la cabeza hechos pelota. Pero al final es lo mismo: tu vida, reducida a un eslabón de una cadena que no aguanta nada. La realidad es esta: el poder nunca pidió permiso para comerse a los vivos. Y los pobres tipos, ya sean boludos, cómplices -o ambos-, siguen de rodillas ante el mismo dios con distinto cartel. La patria fue sólo el primer cuento para el ego. El último va a ser tu nombre en una lápida que ya nadie lee.




CONTABILIDAD DEL AIRE

     Vivimos dentro de relatos. Construcciones mínimas, frágiles, que levantamos cada mañana sin pensar. No son la verdad. Son lo que queda cuando la verdad se va. Pienso a veces: qué extraño oficio, este de existir. Coser el aire donde sangra el silencio. Inventar sentido clavando banderas en tierra de nadie. Seguir caminando aunque el camino no exista. Y sin embargo... Aquí estamos. Respirando. Bastando.





jueves, 3 de julio de 2025

EL JUEGO

     Ningún hombre fuerte quiere ser débil. Ningún corazón blando anhela dureza. Cada uno huye de lo que lo completa. Pero la vida no perdona. Lo que negás te persigue. Lo que temés te espera, sentado en la mesa, cuando llegás tarde a casa. La luz no le teme a la sombra. La necesita. Sin algo que iluminar, ¿qué sentido tiene arder? Al final, sólo hay dos errores: creer que podés vivir sin tu contrario. O creer que podés vencerlo.




martes, 1 de julio de 2025

LUZ PROPIA

     Llega un día en que sólo quema lo verdadero. Lo demás -el ruido, los disfraces, las viejas batallas- se desprende solo, como hojas secas. La palabra escrita es mentira. Uno deja de buscar espejos en los demás. Ya no importa quién aplaude o quién juzga. Lo que queda es puro, como el gesto de un niño que juega sin saber que lo están mirando. Una segunda piel. No es frialdad. Es un fuego que elige bien su combustible. Arde. Nada más.





CINCUENTA Y EL HORIZONTE

     Estoy a seis días de los cincuenta. No sé qué se supone que debe sentirse, pero aquí, bajo el sol, frente al mar, sólo pienso en la lín...