jueves, 19 de diciembre de 2024

ODIO

     En la complejidad del alma, el odio le guiña el ojo al miedo en una extraña complicidad. Es que aquello que más despreciamos en nosotros son esas cualidades vibrantes que, en el fondo, anhelamos abrazar. El odio se erige como un espejo distorsionado, donde no sólo se reflejan nuestras flaquezas, sino también las luces que preferimos ocultar, por temor a su intensidad. Bajo su superficie, el odio se convierte en un crisol de emociones: un amor reprimido que clama por liberación, una envidia que consume y una ignorancia que nos atrapa en su red. A fin de cuentas, este sentimiento nos hiere, pero en su dolor se esconde una pista, un camino hacia el entendimiento y la transformación. Vencer al odio es un acto de valentía que nos invita a conocernos en profundidad, a reconciliarnos con nuestra esencia más auténtica. Así, al despojarnos de su peso, descubrimos que la paz interior no es un destino lejano, sino un paso que se da hacia la luz. En este viaje de autodescubrimiento, aprendemos que cada emoción, incluso las más oscuras, tiene un propósito en nuestra evolución. Al aceptar y abrazar esas partes nuestras, creamos un espacio en el que el amor puede florecer, y donde la compasión se convierte en un faro. En última instancia, el odio se transforma en una oportunidad para crecer y, en la revelación de quienes realmente somos, encontramos la verdadera libertad.



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