Observa. No hay bandera. No hay himno. No hay fotos coloridas. No hay gesto que delate el secreto. Y sin embargo, ahí están: los felices. No se parecen a nada. No son héroes, ni sabios, ni santos. No llevan armadura. No tienen discurso, ni razón. Simplemente avanzan. Como si la dicha fuera un músculo que ellos, sin saberlo, hubieran ejercitado desde siempre. Los otros -los normales, los que creen que la alegría se merece, se construye, se gana, se compra- los miran con esa mezcla de fascinación y fastidio con que se mira a los tramposos. Pero no hay trampa. Sólo esa rara maestría de existir sin pedir permiso. Dejar caer el peso de las razones. Abrir las manos. Y recibir el día como lo que es: un regalo sin destinatario. Ahí está el truco. No hay truco.
lunes, 31 de marzo de 2025
domingo, 30 de marzo de 2025
LA GRAVEDAD SIEMPRE GANA
Hay sonrisas que no terminan donde deberían. Se quedan a mitad del rostro, como un puente que no llega a la otra orilla. Y hay lágrimas que no pesan, que caen sin dejar rastro, como si alguien las hubiera dibujado en el aire. La falsedad es un oficio minucioso. Se trabaja con esmero, se ajustan los detalles, se ensaya en el espejo. Pero siempre hay un momento en que la mano resbala, la costura se nota, la voz no acierta el tono. Es cuestión de paciencia. De mirar más allá del gesto. Al final, todo se reduce a esto: la verdad no necesita esfuerzo. Basta con respirar. Lo demás es teatro. Y en el teatro, por perfecto que sea, siempre hay alguien entre bambalinas moviendo los hilos.
jueves, 27 de marzo de 2025
LA FÓRMULA DEL PAN (Uno más tres)
Me despierto cuando el gallo corta el alba con su canto de tijera. No hay reloj que marque esta hora exacta entre la noche y la mañana. Uno más tres. Un latido para abrir los ojos. Tres respiros para recordar que sigo aquí, en este pueblo donde el tiempo tiene otro olor. La panadería ya despidió sus primeros humos cuando llego. Un paso para entrar. Tres segundos para que el aroma a masa quemada me llene los pulmones como un bautismo. "La de siempre", digo sin decir. Ella ya sabe. Entre sus manos florece una hogaza dorada que pesa como una promesa. Uno más tres. Un mordisco aquí, ahora. Tres más para el camino de vuelta, mientras las primeras luces dibujan sombras alargadas sobre la tierra batida. Vivo dentro de una esfera que construí con restos de días tranquilos. No es perfecta -tiene agujeros por donde se cuelan las preocupaciones- pero aquí dentro todo pierde peso. Un problema real. Tres inventados que se desinflan al amanecer. Las sorpresas llegan como el viento de octubre: una carta olvidada en el buzón. Uno más tres. Una verdad incómoda. Tres mentiras piadosas que la envuelven como capas de cebolla. El pueblo marca el compás con sonidos antiguos: el badajo de las ocho, el silbato del tren de las once. Yo tengo mi propia partitura. Uno más tres. Un paso firme. Tres dudas que se quedan rezagadas como hojas secas. Al cruzar la plaza vacía, el mundo me ofrece su trato silencioso: una hogaza caliente a cambio de este instante preciso. Un pan. Tres migajas que caen y dibujan constelaciones en el polvo. No es mucho, pero es suficiente. La felicidad aquí nunca ha necesitado grandes ecuaciones. Uno más tres. Un recuerdo que quema. Tres olvidos que sanan. El resto es esperar a que el sol seque el rocío sobre los tejados, mientras me aferro a la única fórmula que importa: un corazón, tres costras de pan compartidas con los pájaros. Uno más tres.
martes, 25 de marzo de 2025
ANTES Y AHORA
Antes las cosas no se desvanecían tan rápido. Las palabras permanecían luego de ser dichas, se guardaban como algo valioso, algo que merecía durar. Una mirada no era un gesto cualquiera, sino un momento que se sostenía, con el poder de detener el tiempo. Los gestos no eran casuales, cada uno dejaba una marca, como si la vida fuera un camino que se iba trazando paso a paso, sin prisa. Ahora todo parece deshacerse al instante. Las palabras se pierden antes de terminar de sonar, las miradas se disuelven en el ruido, y los gestos apenas rozan la superficie de las cosas. Nada se acumula, nada permanece. Y tal vez, sin darnos cuenta, hemos olvidado cómo sostener lo que no se ve, que es lo único que verdaderamente importa.
sábado, 22 de marzo de 2025
CANCIÓN
Hay canciones que no nacen de la perfección, sino de la grieta, de ese lugar donde la voz se quiebra y la nota se desvía, pero aun así llega a algún lugar. No importa si la melodía se deshilacha en los bordes, si el ritmo tambalea o si la voz desafina; lo que importa es el temblor, esa vibración que no se explica, que no se mide, pero que atraviesa la piel y se instala en el pecho, como un latido ajeno que se hace propio. En ocasiones, la imperfección tiene el calor de lo vivo, el desorden de lo humano, y es ahí donde la canción encuentra su verdadero destino: no en el oído, sino en el alma.
jueves, 20 de marzo de 2025
ORIENTARSE (Quizás sea la suerte la que nos rescate)
La noche cae y nos preguntamos si el sol saldrá mañana. Esa incertidumbre nos persigue, nos define. Vivimos con preguntas que no tienen respuestas, con un futuro que se desvanece en el límite de lo imaginable. Algunos buscan refugio en lo que los rodea: el cielo, el mar, las montañas, algo más grande que ellos. Otros se miran al espejo y no reconocen lo que ven. Los ojos reflejan una historia que no entienden, una vida que parece ajena. ¿Quién soy? ¿Adónde voy? Las respuestas no llegan. Sólo sabemos que la noche cae. No hay otras certezas, sólo pequeños momentos que podrían ser suerte, destino o simple azar. Y en medio de todo, una pregunta queda suspendida: ¿alguna vez encontraremos nuestro rumbo? La noche cae, y la pregunta sigue ahí, esperando encontrar la respuesta.
miércoles, 19 de marzo de 2025
PRIMER GESTO
Si seleccionáramos personas al azar y les formuláramos la siguiente pregunta: ¿Cuál fue el primer gran avance de la civilización?, es probable que la mayoría pensara en algo monumental, ruidoso, tangible. Quizás mencionarían la rueda, el fuego o las primeras palabras talladas en piedra. Respuestas que apuntan a grandes descubrimientos que perduran en la memoria colectiva como hitos imborrables. Sin embargo, se me ocurre una respuesta distinta, tan pequeña que podría pasar desapercibida, pero tan profunda que acaso contiene el germen de todo lo que vino después: un gesto. Un gesto que no construyó imperios, que no conquistó tierras, que no dejó huella alguna en la tierra. Un gesto que, sin embargo, lo cambió todo. Imaginemos la primera vez que alguien extendió la mano y dio. No hablo de un trueque, ni de un cálculo interesado, ni siquiera de un acto de supervivencia. Hablo de algo más raro, más delicado, más humano. Pienso en la primera vez que alguien miró lo que tenía y pensó: "Esto no debe ser sólo mío". En ese instante todo cambió. No en el mundo exterior, no en la materia, sino en nosotros. Porque ese gesto, ese pequeño, desinteresado y silencioso gesto, fue el primer latido de algo que aún hoy nos define. No como constructores de pirámides o amos de la tierra, sino como criaturas capaces de mirar al otro y decir: "Aquí, esto es para ti". Así, sin ruido, sin estruendo, sin grandes proclamas. No con el brillo del metal, ni con la fuerza de los ejércitos, sino con la quietud de una mano que se abre y da. Un gesto que no conquistó nada, pero que lo ganó todo. Porque en ese acto, en esa entrega silenciosa, nació algo que trasciende el tiempo y el espacio: la idea de que somos más que individuos aislados, que hay un hilo invisible que nos une, un hilo tejido con pequeños actos de generosidad, de empatía, de humanidad.
lunes, 17 de marzo de 2025
SOLTAR
La ira, cuando persiste, se convierte en una carga pesada, un lastre que nos impide avanzar. El perdón no significa olvidar -eso sería evadir-, sino que es una decisión consciente de soltar. No se trata de justificar lo injustificable, sino de liberarnos del peso que nos ata al pasado. Perdonar es un acto de valentía: elegir no permitir que el rencor defina quiénes somos. Al soltar la ira, no nos reconciliamos con quien nos lastimó, sino que nos regalamos libertad. Es un paso hacia un presente más liviano, donde la luz entra con mayor facilidad.
jueves, 13 de marzo de 2025
MOMENTOS ROBADOS
En la ciudad, el tiempo se divide en fragmentos precisos, como piezas de un engranaje que nunca deja de girar. Las horas son monedas que se gastan en cosas que no se eligen, en tareas que se acumulan como papeles sobre un escritorio. La vida, dicen, es una carrera, pero nadie sabe bien hacia dónde. O tal vez sí lo saben, pero no se detienen a pensarlo. Demasiado ocupados. Hay momentos, sin embargo, en los que el reloj parece detenerse. Son breves, casi robados. Un domingo por la mañana, cuando el sol entra por la ventana y el mundo parece haberse quedado en pausa. O esa hora perdida al final del día, cuando las calles se vacían y el silencio se hace dueño de todo. En esos instantes, uno respira. Y es entonces cuando puede hacer aquello que realmente importa: leer un libro, caminar sin rumbo, sentarse a mirar el cielo. Pequeños actos de rebeldía contra la maquinaria implacable de los horarios. Pero siempre está ahí, al acecho. El lunes, la alarma, la rutina que vuelve a apretar. Y uno se pregunta, a veces, si no será todo esto una especie de trampa. Una trampa en la que caemos sin darnos cuenta, arrastrados por la corriente de lo que se supone que debemos hacer. Y entonces, en medio de ese caos, uno se aferra a esos momentos robados, a esas horas que son sólo suyas. Porque, al final, quizás la vida no tenga sentido. O quizás el sentido esté precisamente en eso: en encontrar, entre el ruido, esos pequeños instantes de calma. Y en vivirlos como si fueran eternos.
martes, 11 de marzo de 2025
EN MARCHA
En el fondo, todos llevamos una extraña obsesión por lo inmutable, por lo que permanece quieto, como si en la quietud encontráramos una especie de salvación. Queremos que las cosas duren para siempre, que el amor no se desgaste, que el mundo no avance más allá de ese instante perfecto que alguna vez creímos alcanzar. Construimos barreras, no para defendernos del mundo, sino para defendernos del tiempo. Pero esas barreras, con los años, se vuelven pesadas, opresivas, como si la vida misma nos recordara que no hay refugio en lo inmóvil, que la única verdad está en lo que permanece en movimiento, en lo que no se detiene. Y tal vez sea ahí, en esa aceptación, donde encontramos algo parecido a la libertad.
LO EFÍMERO Y LO ETERNO
La existencia no distingue entre nombres ni rostros, porque todos, sin excepción, llevamos dentro ese deseo silencioso de vivirla con más intensidad. Como si el simple hecho de respirar no fuera suficiente, y quisiéramos que cada instante brillara con una luz propia. Pero no es una cuestión de tiempo, ni de los sueños que guardamos en silencio. Lo que importa es lo que hacemos con las horas que tenemos. La vida no es una espera, ni una lista de deseos pendientes. Es acción, es movimiento, es una sucesión de momentos que, en su fluir, revelan una belleza indomable. Algo extraordinario, casi mágico, no por ser perfecto, sino por su capacidad de sorprendernos, de desplegarse como una música que nunca se repite ni deja de sonar.
domingo, 9 de marzo de 2025
HACER ESPACIO
El amor, cuando se termina, no lo hace con estruendo ni con gestos dramáticos. Simplemente se pierde, como un barco que desaparece en el horizonte, haciéndonos dudar si alguna vez estuvo allí. No hay culpa en ello, ni tragedia. Es sólo el silencio de algo que ha cumplido su ciclo, como una canción que termina y deja el aire limpio, listo para ser llenado de nuevo. Hubo un momento en que todo parecía eterno, como si el mundo girara alrededor de aquel sentimiento. Pero la eternidad es una ilusión, una promesa que no siempre se cumple. Y cuando el interés se desvanece, cuando las palabras pierden su peso y los gestos su significado, queda sólo la certeza de que algo ha terminado. No es un fracaso, sino un final necesario, como el ocaso que precede a la noche. Soltar nunca es un acto de debilidad, sino de fortaleza. Es reconocer que hay cosas que no se pueden forzar, que no se pueden sostener con las manos atadas. Es entender que el amor, cuando es verdadero, no necesita ningún tipo de atadura. Y cuando deja de serlo, lo más sabio es dejarlo ir, con gratitud por lo que fue y con esperanza por lo que vendrá. Hay una belleza en el desamor, una especie de claridad que surge después de la tormenta. Es como si el mundo se reordenara, como si las piezas de un rompecabezas encontraran un mejor lugar en otro diseño. No hay amargura en este proceso, sólo la serenidad de quien sabe que ha vivido algo importante y que ahora está listo para vivir algo mejor. Así se suelta, sin miedo y sin resentimiento, como algo que simplemente ocurre. Y en ese acto de liberación, hay una especie de victoria, una celebración silenciosa de la vida y de su capacidad para renovarse. El amor que se fue deja espacio para el que vendrá, y en ese espacio, amplio y luminoso, está la promesa de un nuevo comienzo.
sábado, 8 de marzo de 2025
#8M
El feminismo es para todos. No es un territorio cercado, ni una bandera que ondea sólo en manos de mujeres. Es un viento que no entiende de fronteras, que sopla con fuerza y suavidad a la vez, llevando consigo semillas de cambio que pueden germinar en cualquier suelo. Es una idea que, cuando la miras de cerca, no habla de superioridad ni de venganza, sino de equilibrio. De reparar lo que nunca debió estar roto. Y en ese sentido, el feminismo no es sólo una lucha de mujeres, es una invitación a que todos, absolutamente todos, nos sumemos a construir un mundo donde nadie tenga que pedir permiso para ser libre. El feminismo es para todos, porque todos respiramos el mismo aire, caminamos las mismas calles y soñamos, de una u otra forma, con un futuro mejor. No es una guerra, es una conversación. Una que empezó hace siglos y que sigue viva, porque todavía hay muchas cosas que decir, que modificar, que sanar. Y en esa conversación hay lugar para todos. Para los que escuchan, para los que hablan, para los que dudan y hasta para los que se resisten. Porque el feminismo, al final, no es más que eso: la certeza de que nadie debería quedarse atrás. Y eso es algo que nos incluye a todos.
RINCÓN MINÚSCULO
Al hombre le pueden quitar todo, absolutamente todo, menos una cosa. Una sola. Un rincón minúsculo, pero indestructible, donde reside algo que no se puede tocar, ni robar, ni siquiera definir por completo. Es la libertad de elegir cómo enfrentarse al mundo, cómo observarlo, cómo habitarlo. No importa lo que ocurra afuera, no importa el ruido, el caos o el peso de las circunstancias. Dentro de ese espacio, el hombre decide. Decide quién ser, cómo ser y hacia dónde ir. Y esa decisión, silenciosa, casi imperceptible, es la que lo salva. La que lo convierte en dueño de su vida, incluso cuando la vida parece haberlo abandonado. Porque, al final, cuando todo parece perdido, cuando el mundo se desmorona y esas certezas se desvanecen, ese pequeño rincón interior permanece intacto. Es allí donde encuentra su fuerza, su luz, su razón de ser. Y aunque el camino sea oscuro y las heridas profundas, esa libertad interior lo guía, lo sostiene y le recuerda que, pase lo que pase, siempre tendrá el poder de elegir. Elegir resistir, esperar, renacer. Y en esa elección, por pequeña que parezca, habita la verdadera esencia de la vida: la capacidad de ser libre, incluso en las circunstancias más adversas. Porque la libertad no es algo que el mundo pueda arrebatar; es un fuego que arde dentro, y mientras siga encendido, el hombre será dueño de su destino.
miércoles, 5 de marzo de 2025
TERCER LUGAR
Existen lugares que son como parques en el alma. No se trata del hogar, ese espacio seguro e íntimo donde todo está en orden, ni el trabajo, ese escenario de esfuerzo y rutina. Son algo más difuso, más libre. Lugares que no se buscan, pero que aparecen, como un banco bajo un árbol en una plaza cualquiera, o una porción de playa junto al mar. No tienen dueño, ni nombre, ni reglas. Sólo existen, callados, esperando que alguien se siente y respire. Estos lugares no son monumentales, ni pretenden serlo. Son modestos, casi invisibles. Un café donde el humo del espresso se mezcla con las voces bajas, una biblioteca donde las páginas se pasan en silencio, pero no en soledad. Son sitios que no reclaman atención, pero que la atraen. Como un imán para las historias que no caben en casa ni en la oficina. Historias que se cuentan sin prisa, entre sorbos de café o miradas al vacío. Aquí no hay que demostrar nada. No hay que ser nadie. Sólo estar. Y en ese estar, algo sucede. Algo pequeño, casi imperceptible, pero real. Como una semilla que cae en tierra fértil y, sin hacer ruido, empieza a echar raíces. No es amor, ni amistad. Es algo más sencillo y, por eso, más profundo: la certeza de que, por un momento, el mundo no es un lugar hostil. Que hay rincones donde las soledades se cruzan y, sin querer, se hacen compañía. Un tercer lugar. Un refugio sin puertas, un hogar sin paredes. Un lugar que no es tuyo, ni mío, pero que, mientras estemos ahí, nos pertenece.
lunes, 3 de marzo de 2025
¿HAY VIDA EN LA CIUDAD?
Al recorrer la ciudad como turistas, podemos darnos cuenta de que las calles son un escenario donde la gente avanza sin cruzarse, como si cada uno interpretara un papel en una obra que nadie escribió. Las pantallas, omnipresentes, suelen mostrar imágenes que no dicen nada, pero que todos observan. Los objetos en las vidrieras parecen esperar algo que nunca llega, como si el deseo mismo se hubiera evaporado. Las preguntas, esas grandes preguntas, siguen flotando en el aire, pero nadie las formula en voz alta. Recuerdo un día en el que en muchas de esas pantallas apareció una figura. Nadie importante, ni siquiera alguien conocido, pero hablaba de un lugar lejano donde las cosas tenían un orden, un sentido. Muchos, inmóviles frente a las pantallas, lo escucharon con atención y curiosidad durante algunos minutos, pero prontamente lo olvidaron. Sólo a mí, no sé por qué, esas palabras me hicieron pensar que quizás no hacía falta ir tan lejos. Quizás todo estaba allí, en ese instante, en ese lugar. Recuerdo que miré el cielo, gris y cerrado, y por un momento imaginé que detrás de esa neblina debía haber algo más. Pero no importaba. Lo único importante pasó a ser la gente, las calles, las preguntas sin respuesta. La vida, tal como era, con su extraña y frágil belleza. No hay que buscar refugio en ningún otro sitio. Aquí, en este momento, es suficiente. O al menos, debería serlo.
domingo, 2 de marzo de 2025
LO QUE SE TIENE
Y así, sin prisa, te diste cuenta de que el mundo no esperaba nada de ti. No había gestos grandiosos que hacer, ni batallas que librar, ni destinos que cumplir. La vida no es un escenario donde interpretar hazañas, sino una habitación iluminada por una luz tenue, donde la gente se mueve con lentitud, ocupada en tareas pequeñas y necesarias. Comen, beben, hablan sin urgencia. Algunos leen el periódico, otros arreglan algo roto, otros simplemente escuchan una canción de fondo, como si fuese lo natural del tiempo pasando. Y si alguien, en medio de todo eso, levanta la vista y sueña con algo más, con algo que brilla, con algo que mereciera ser recordado, ese alguien es simplemente un loco. Un loco que no entiende que la grandeza no es más que una ilusión, y que la verdadera sabiduría está en aceptar la quietud, en sentarse a la mesa y sonreír ante lo que ya se tiene.
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